Por Rafael Pineda, poeta y diplomático dominicano
La Poeta Virginia Díaz entrega al público su primera obra, con el título “En las ramas del viento”.
Para expresar sus descubrimientos, sensaciones, percepciones y sentimientos, ha escogido la forma poética creada por los antiguos japoneses y difundida en América Latina donde ha sido aceptada y cultivada por los nombres más importantes de la poética de hoy; por quienes han encontrado en el Haiku la forma precisa de decir con breves palabras el misterio de la vida en el momento.
No faltará alguien que se pregunte ¿Qué es el haiku? ¿De dónde proviene esa palabra? Proviene de Japón. Es una forma poética divulgada en los vastos territorios geográficos del lejano oriente y en ocasiones no está muy preciso distinguir si nació en China o en Japón, porque de acuerdo a los expertos surgió casi simultáneamente en ambos territorios. Sin embargo fue más fuerte la presencia en Japón y el rescate que de ella hizo Matsuo Bashó.
Bashó, gran pensador, filósofo y poeta, hombre caracterizado por una gran humildad que a pesar de ser la figura más importante de la poesía japonesa de todos los tiempos no se consideró nunca un hombre importante y vivió dentro del ámbito de la mayor sencillez. Considerado el artífice del Haiku, el padre del género, nos da la definición del tema: “Haiku es simplemente lo que está sucediendo en este lugar, en este momento”
Por la forma en que lo define, éste género rescatado de entre los poetas del olvido, campesinos cantores de sus tierras, de sus montañas, de las hierbas mojadas y de las cosechas, pareciera, y así nos lo demuestra con su canto la puertorriqueña Virginia Díaz, que se trata de la poesía de la impronta, la poesía que más se acerca al diario vivir. El haiku es lo cotidiano, el momento, y el amor a las cosas que purifican la vida del hombre.
Eso es lo que encontramos en la poesía de Virginia Díaz: La purificación del canto a la tierra, a las aves, a la esencia de la madre naturaleza, y para ello se deja llevar de su pluma ligera como el viento, y del poder de su voz antillana.
Veamos con exactitud lo que dicen los expertos, cultores de textos literarios, acerca del haiku: “Formalmente, es un poema breve, casi siempre de diecisiete sílabas distribuidas en tres versos, de cinco, siete y cinco sílabas respectivamente. Pero no es esto lo que caracteriza al haiku pues el mismo Bashó se saltó esas reglas muchas veces. “Lo que caracteriza al haiku y lo distancia de otras formas poéticas es su contenido. Un haiku trata de describir de forma brevísima una escena, vista o imaginada”. ¿No es lo que encontramos con refinamiento en los dichos de la cantora de las bellezas del Maguana? Veamos uno de sus haikus:
En el Maguana,
areito del Cacique
desgrana al viento.
danza a son de fotuto,
canta la resistencia.
Esto es historia, vista, soñada, leída o imaginada. Pero es el paisaje de un pueblo con quinientos años de historia.
Virginia Díaz utiliza la forma poética de los orientales y juega magistralmente con ella como un medio puntual para expresar los desafíos, aquellos que por su propia decisión ha encarado. Y más que nada, se vale de los signos para escribir un canto a San Juan, provincia que la ha seducido, y la ha estremecido con sus encantos, con los mejores paisajes transitados por Diego de Velazquez, por Enriquillo, por donde Liborio curó y después se sublevó contra la opresión, por donde bailaron las trescientas vírgenes de Anacaona, la reina de la paz, y donde fue sellada con sangre la independencia de una nación.
El libro “En las ramas del viento” está dedicado a San Juan y los amantes de su valle. Oigamos, en su singular dedicatoria, cómo Díaz describe a este valle, el valle de San Juan: “Conjuro de belleza y libertad”. Una imagen que ha de quedar grabada para siempre en el alma de todo aquel que se considere verdaderamente sanjuanero y de quien, sin serlo, llega hasta aquí atraído por el olor de la tierra mojada. Esa imagen es una explosión de creatividad. Decir que el valle de San Juan es “un conjuro de belleza y libertad”. Yo, quedé enamorado de esa frase.
Nuestra autora, puertorriqueña de pura cepa nacida en la ciudad de Bayamón, abogada de prestigio y persona de trayectoria destacada en la sociedad boricua, publica un libro para hacerle saber al mundo que San Juan de la Maguana le produjo “una sensación de serenidad como pocos espacios me han provocado a pesar de los varios que he visitado dentro y fuera de mi país natal…”.
Al igual que le sucedió a Mario Benedetti cuando tuvo su primer contacto con el haiku a través de un escrito publicado por Julio Cortázar, Virginia Díaz confiesa con toda honestidad que la lectura de los haikus de José Juan Báez Fumero le encendió la clave para proyectar lo que ella había captado de este valle y de sus pobladores. A partir de ahí es que nace “En las ramas del viento”. Su primer libro, compuesto de 89 haikus, siguiendo los trazados clásicos y en ocasiones dejándose llevar por la libre inspiración.
Nuestra poeta conoce que a esta provincia le llaman “el granero del sur”, por la abundante cantidad de granos que produce, prácticamente para alimentar a todo el país y a gran parte de sus vecinos del Caribe; por eso uno de sus primeros cantos está dedicado al grano, a la primavera que lo gesta y al surco, porque ella también pisó el surco preparado por nuestros cosecheros y sus bueyes. En seguida comienzan a aparecer las imágenes inspiradas por esa pintora de la luz: Aleiny Encarnación, dominicana, autora de las ilustraciones de la obra.
Siguiendo las pautas silábicas del haiku le canta al maíz, al pan, atrapa el vuelo de nuestras aves y le canta a la garza, a las espigas verdes que le dan características al valle, se explaya con la solidaridad que se expresa a través del pan, de ese pan solidario que se le da a la gente de bien, y se eleva hasta la luna llena que enriquece las espigas polinizadas por el sol del Maguana, con un agridulce sabor a chenchén.
La poesía de Virginia Díaz está llena de tonos, de colores y de luz en sus elementos. Es una poesía hermosa a la que prácticamente no se le escapa nada.
El haikú, como lo concibió su mayor exponente, ha servido para arrojar las sombras y acercar la luz, la luz de los elementos y de la poética.
El libro que estamos presentando hoy nos acerca al San Juan maravilloso que ya ha pasado del quinto centenario formando parte de los conglomerados urbanos más antiguos de la civilización hispanoamericana. La autora, Virginia Díaz, recuerda que hay que acentuar el sentido de pertenencia, cantándole al sol, a la cosecha, al maíz, a las lluvias de mayo, a las cascadas de sus ríos y al festín que trae el arroz granado. Al grano verde, a la mujer menuda, sudorosa con olor a viento y al convite de las gallinas por las pajas en el suelo. Todo eso son elementos de pertenencia e identidad captados por los sentidos avisados de una mujer poeta que nos dice: “Con el haiku se intenta recrear la experiencia del sujeto lírico ante un momento de intuición y la imagen poética que de ello brota, es decir, aprehender aquello que los sentidos captan en un instante”.
Eso es lo que ella ha logrado. Leyendo estos hermosos poemas nos adentramos en los bosques de San Juan y sus mañanas como si nos adentráramos en el simbolismo de un Bonsai, de una ikebana o como si fuéramos parte de la pretérita danza de la caligrafía, una de las artes más puras del conocimiento antiguo.
Oigamos algunas muestras de su canto:
El valle sabe
-al llegar la cosecha-
de aceite y vino.
Rompe ya el alba
caminos de vendimia
del sur al norte.
Escuchemos este otro canto:
Amanece
el canto de los gallos
camino al monte.
La vendimia sanjuanera, viene a ser la cosecha de habichuelas; y su vino, las habichuelas con dulce. Con ellos se embriagan de amor, ciencia y gastronomía desde los habitantes más viejos del valle hasta los más jóvenes. Cuando habla “del sur al norte”, probablemente esté recreando, como si se tratara de una premonición, de la llegada de mayor riqueza a través de la exportación, hacia el norte, que no en todo acto y circunstancia es “revuelto y brutal”. O hacia el
Sur, que ya millares de quintales de frijoles se están exportando a Venezuela. En fin, hacia los mundos que abren la luz del progreso.
La poeta Díaz no descuida la presencia de las represas y sus lagos, los lugares del ensueño de esta parte del país, vírgenes, inexplotados, todo expuesto a la vista para el disfrute de los sentidos, de los hombres pobres y de los hombres ricos, porque para el goce no hay distinción de raza, sexo, edad, color o posición social:
Sabana Yegua:
sonora fuente verde
surca al Maguana.
La luna llena
reflejada en el lago
plena la yegua.
Lluvia cautiva
rodeada de verdes:
Sabana Yegua
Susurra el viento,
y se inclinan las palmas
ceremoniosas.
Virginia Díaz entra en el círculo de los buenas poetas, y su libro "En las ramas del viento" quedará registrado en el circulo de la buena poesía haiku, aquella que tiene sus orígenes en el Budismo, en el Taoísmo y en el Confucianismo, las raíces históricas, y culturales más sólidas del lejano oriente.
Ella, mujer de innegable sinceridad, inteligencia y fortaleza creativa, con estos versos francos ingresa, sin tocar la puerta, a registrar su nombre entre los latinoamericanos exponentes del género, donde figuran cultores de la talla del premio Nobel Octavio Paz, además de José María González, José Juan Tablada y una de las figuras más celebradas de la poesía actual: el uruguayo Mario Benedetti.
Con el permiso de Díaz, voy a concluir citando a Mario Benedetti para hacer un símil con su intención de elevar un canto latinoamericano y caribeño a San Juan, desde los peldaños del haiku.
Dice Mario Benedetti: “Ahora, con el perdón de Basho, Buson, Issa y Shiki, ya considero al haiku como un envase propio, aunque mi contenido sea inocultablemente latinoamericano."
(Escrito por Rafael Pineda, en Montevideo, Uruguay, y leído por César Namnúm en el acto del lanzamiento del libro “En las ramas del viento”, en San Juan de la Maguana, República Dominicana, el 02 de julio del 2010.)