24 de octubre de 2009

COMO LA CIGARRA DE LA NEGRA

DEDICADO A MERCEDES SOSA


El día que murió La Negra, nacieron en mi frente cinco millones de cigarras ruidosas,
molestosas en las sienes,
pero azules en su grito.
La lloraron amargamente aquellos que liberó con su voz:
Los sin voz,
en la sala del congreso
que en 1979, le coartara al jilguero tucumano
su canto
para matarla en el exilio de París.
Pero el jilguero, no era jilguero
sino cigarra...
Resucitó.

Resucitó en mí,
en un teatro regional que defiendo como fiera,
en un cúmulo de conciencias debidas a intereses de patronos,
en artistas señoriales dispuestos a morir en la raya,
en otros artistas que quedaron en la periferia,
en actores sobrevivientes de la inmensa ola de consumo en masa,
en actrices bellas en fondo y forma,
en palomas heridas por la mordaza,
en gobiernos maniatados en la lengua y los ojos,
en estudiantes-cigarras en el tiempo y el espacio.
Ese domingo 4 de octubre se me abrió el pecho en loto,
brotaron en sangre millones de soldados que nos dibujaron la patria,
histriones que la colonia borró de la memoria,
dramaturgos escondidos en los campos o las playas,
misioneros del escenario
que en el junte de sus respectivas hambres,
empujaron un señorial movimiento.
Por eso, al igual que tu cigarra, negra,
resucitaré todos los días en tu memoria
para cantar unas cuantas verdades
en la montaña,
militante guardián de la cultura antillana.
Y me matarán cien veces,
en acción,
obra y censura...
pero seguiré “cantando al sol,
como la cigarra, después de un año bajo la tierra,
igual que el sobreviviente
que viene de la guerra”.


(Antonio Sajid, como la cigarra)